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miércoles, 22 de junio de 2016

Aborto.

En Libertad Digital, hace cosa de un año (25 de agosto de 2015) se publicaban estos versos de Fray Josepho. Sin duda los conoces, pero te hará bien leerlos de nuevo. Si no los leíste, encontrarás en ellos la lógica que hace bien al pensar, discernir y decidir.
He suprimido el guion que precede a cada intervención de los dos amigos que se hablan, pero figuran, como ves, en tipo distinto sus preguntas y afirmaciones.
Bastan por sí solos para nuestro intento, no en la defensa de la tradición, sino en la del ser humano.
¿Prohibirías los toros? Sin duda alguna, sí.
¿Por qué quieres prohibirlos, si me gustan a mí?
Porque matan al toro, sin ninguna razón.
Pues no te comas ese bocata de jamón.
Perdona, no es lo mismo. Te ruego que concretes.
Al toro lo torean. ¡También lo hacen filetes!
Lo malo es que se haga por diversión y fiesta.
¿La diversión es mala? ¿Acaso te molesta?
Me molesta que el público disfrute con la muerte.
Oye, pues tú no vayas, si eso no te divierte.
¡Jamás hay diversión si un ser vivo se inmola!
¿Te fastidia tal vez porque es fiesta española?
El toro sufre mucho por culpa del torero.
¿Y la vaca disfruta cuando va al matadero?
Muere un ser indefenso, y eso es lo que deploro.
¿Indefenso? Perdona. Ponte enfrente de un toro…
El torero va armado. No aguanto que se queje.
¿Y el feto, en un aborto? ¿A ese quién lo protege?
El aborto es distinto. Decide la mujer.
Pero el feto está vivo. Y también es un ser.
Si me sales con esas, ya el debate lo corto.
¿Te asquean las corridas y te mola el aborto?

jueves, 2 de junio de 2016

El "Maestro"

En el Museo de Bellas Artes de Sevilla respira un cuadro de José Villegas Cordero, sevillano (1844-1921), director en 1893 de la Academia Española de Bellas Artes en Roma y en 1901 del Museo del Prado. Su título es “La muerte del maestro”. En Baeza, el 21 de junio de 1889, se acabó la corrida (en beneficio del también sevillano Antonio Sánchez “el Tato”, mutilado unos años antes en otra corrida y en situación económica precaria) con la muerte del cordobés “Bocanegra”, es decir, Manuel Fuentes y Rodríguez, que yace ante todos, ellos y nosotros.
Villegas dedicó al recuerdo de aquella desgracia la triste y bellísima pintura en la que se empeñó desde 1893 hasta 1910. Sin duda contaba para esa dedicación dolorosa y prolongada el recuerdo de que la muerte del Bocanegra se dio al acudir él, que no estaba muy dotado para el toreo y un poco cecuciente entonces, ya mayor y entrado en peso, en ayuda del inexperto torero Hormigón. Una brutal cornada del cuarto de la tarde le alcanzó provocando su muerte al día siguiente. 
Hasta aquí la crónica. Y ahora la reflexión. Ante un cuadro podemos pasar un rato largo. La belleza de los representados, la grandeza del hecho concretado en la pintura, el acierto del color, el aire, la proporción, la vida… nos retienen. Confieso que he dedicado bastantes ratos a mirar este cuadro de Villegas. Se me ocurre pensar que es una meditación colectiva ante la muerte. Todos callan. Todos sienten el dolor por lo sucedido. Todos sucumben por la propia inutilidad ante un hecho que no tiene vuelta atrás. Tal vez los más cercanos al muerto y a su muerte en la arena se dicen: “¡Si yo me hubiese adelantado…!”. El que, agachado, a la izquierda, recoge la ropa de Manuel Fuentes piensa acaso: “¡Ya, ¿para qué?”. El que, en actitud de arrodillarse en la derecha del cuadro, se une a la acción del sacerdote, reza, sin duda: “¡Qué entre por la única Puerta Grande que lleva a la auténtica Gloria…!”.
Lo que imagino que pasa en ese duelo debiera ser más común en nuestra vida: “Me interesa el otro. Sufro con él o, al menos y mejor, por él”, “¡Ojalá hubiera hecho algo en su favor!”, “¿Por qué no le eché una mano?”. “Un quite oportuno no es tan difícil y puede convertirse en un triunfo del otro”.