lunes, 27 de abril de 2015

Mi DNI y mi D.C.I.

Es, cuando menos, curioso leer el camino que ha hecho el DNI desde su nacimiento hasta hoy. Nos dice la Historia que las epidemias en Europa con sus bajas en el siglo XVI, el envío de más y más soldados al Nuevo Mundo a partir de ese mismo siglo, la emigración que se produjo en la misma dirección casi inmediatamente, el intensísimo comercio con aquellas tierras hicieron que se impusiese una cédula de composición para identificar a los que viajaban desde estas partes.
Dos siglos más tarde, y para atajar los “frutos” y desmanes del bandolerismo, aparecieron las cédulas personales y cartas de seguridad, especialmente para los que realizaban alguna transacción o gestión oficial.
Y así, más o menos, hasta 1944, cuando apareció en sus primeros paños el actual DNI, que ha ido vistiéndose con los adelantos de la técnica y la exactitud.
¿He pensado alguna vez que mi vida, con todo lo que encierra, oculto y manifiesto, es un elocuente DCI de mi persona? Como no se trata de nada político, sino de honda raíz interior, lo podemos llamar así: DCI, es decir, Documento Cristiano de Identidad.
Los datos de mi DNI pertenecen a la esfera de mi vida y conducta social. Y lo conocen los agentes de esa esfera. Pero mi DCI lo guardo a veces tan celosamente, que nadie se entera de que lo tengo. ¿Es que toca ocultar lo que me hace más grande de verdad, más noble en mis intenciones y actos, más fecundo en obras y entrega?  

Mi ADN o, lo que es lo mismo, mi Ácido Desoxirribonucleico, es un documento más íntimo, más lleno de contenido, más yo mismo. Porque me sitúa en lo hondo de mi ser. Pero también aquí hay otro paralelo con mi otro Ser, el que ser alimenta de Fe y produce frutos de Amor. ¿De verdad que lo conozco? ¿De verdad que la identidad de mi persona es convertirme en regalo de Vida en mi encuentro con los demás? ¿De verdad que considero al otro, a cada otro, como el rostro en el que quiere Dios que le vea a Él?

miércoles, 22 de abril de 2015

Tus huellas.

Mi amigo Alejandro escribía sobre la “arena”, cuando tenía quince años, la poesía que transcribo:
    Vengas de donde vengas  - pienses como pienses – seas lo que seas
               - recuerda: - deja huella. 
                Como un avión que deja su estela
                en el aire al volar,
                logra tú que tus pisadas
                queden marcadas a orillas del mar.      
                Como recuerdos en la memoria
                que no logras olvidar
                haz que tus acciones queden en el tiempo
                al echar la vista atrás.
                 Y así dentro de un tiempo
                                                   cuando el final haya llegado
                                                   esas huellas que dejaste
                                                   harán que no seas olvidado.

Estoy seguro de que cuando, dentro de dos años, repase estos versos, los pulirá sin prisas y hará que su lectura te sea más plácida. Pero estoy también seguro de que no cambiará ni una tilde de la propuesta que hace. Y dentro de veinte años añadirá que una Mirada amorosa y una Memoria sin fisuras dan perpetuidad a nuestras vidas porque están enraizadas en la Vida. ¡Qué bien se entiende esto cuando se celebra con gozo la Pascua de Quien es para nosotros Camino, Verdad y Vida!.
¿Quién siente, de entre los nuestros, de quince años, que la vida es siempre siembra de bien hoy para una cosecha plena en el mañana? Tal vez vivir al día (no prestar atención a que pisamos destruyendo, a que sembramos granos hueros, a que dejamos estelas inconsistentes) nos hace perder de vista que nuestros jóvenes necesitan el sosiego oportuno y el ejemplo determinante para que descubran en el fondo de su espíritu que existe una responsabilidad, es decir capacidad de dar respuestas que nos hagan felices y hagan felices a los que sigan nuestras huellas porque hemos amado.

viernes, 17 de abril de 2015

Contaminación.

A lo mejor no es verdad, pero un Instituto Internacional para Sistemas Aplicados de Análisis austriaco ha lanzado la voz de alarma, publicada recientemente por el Washington Post, sobre la situación de contaminación de algunas ciudades dentro de 15 años. Sitúa en el vértice a ciudades como Milán, Turín, Gijón, Estocolmo, Stuttgart, París…  Mírate en el mapa. 
Se trata de adoptar medidas eficaces, y no como hasta ahora que hemos sido bastante remisos, para reducir el tanto por ciento de PM10 en el aire (PM10 son pequeñas partículas sólidas o líquidas de hollín, polvo, ceniza, metálicas - silicatos, aluminatos, metales pesados…- cemento, polen, sustancias orgánicas… que proceden de incendios, volcanes, combustiones: ¡ay los automóviles!, industrias, labores de construcción y del campo, quemas alegres de todo lo que estorba…
Aseguran que el clima, el estado de la atmósfera y de las aguas y, de un modo directo, de la pureza o impureza del aire del que toman vida bosques, animales y vegetales consumibles sufren de nuestra desidia o incultura.
Porque incultura es lo contrario de cultura que significa conocimiento, sí, pero también sabiduría, cortesía, civilización…  
Y porque esa incultura sobre la naturaleza es fruto de la incultura sobre el hombre, fruto de la falta de educación, es ahí donde debiéramos sentirnos sensibles, más sensibles, muy sensibles.  
Dejemos aparte la oleada de mal gusto que empapa muchas de nuestras actuaciones y manifestaciones. Desde las personales, nacidas de la debilidad del que no se preocupa de embellecer un mundo que de por sí ya es precioso (mundo, cosmos… significan precisamente limpio, bello, admirable) y las que brotan de una cierta violencia interior animal que lleva a deteriorar, achantar o hasta destruir la belleza porque nos fastidia que haya alguien más guapo que nosotros; o las que desplegamos para llamar la atención porque tenemos un cierto prurito de no saber vivir si no somos los primeros, los que más hablan, los que más gritan, los que más ruido hacen.
Cultura y educación es saber que ocupamos un lugar junto a muchos otros, y que ni ese lugar ni esos muchos otros tienen por qué aguantar nuestras excentricidades ni nuestras gracias destructoras. Que ese lugar debe quedar limpio para el que venga después (nadie está aquí para siempre). Y que esos otros tienen, al menos, el mismo mérito y derecho a que se respete su identidad.

domingo, 12 de abril de 2015

Los terminales.

Pues, ¡sí, señor!
Kerala es uno de los 29 estados de la India. Es una larga franja en el Suroeste del país. Tiene más de 38.000 kilómetros cuadrados y unos 34 millones de habitantes. Es el estado con mayor alfabetización (90%) y prueba de ello es el requerimiento de las familias y sus jóvenes para recibir educación y formación. Don Bosco está allí presente desde hace poco más de medio siglo. En 1987 los salesianos abrieron en Thrissur, a medio camino entre el Norte y el Sur del Estado, el Don Bosco College de Mannuthy, uno de los 23 lugares de trabajo de los salesianos en este Estado y de los 357 en toda la India. La obra de Mannuthy comprende una parroquia, un centro juvenil, una escuela de formación profesional y una residencia universitaria.    
Y…, dejando esta orientación, leemos los que nos cuenta el Padre Bibin Kunnakkattu, que es no solo noticia, sino invitación a la reflexión y, ¡ojalá!, a la acción:  
«“El Instituto Don Bosco de Mannuthy, de Kerala, se ha convertido en el líder en la recaudación de fondos para el “Pain and Palliative Care Society” (PPCS - Sociedad de Cuidados Paliativos y del Dolor), con sede en Thrissur, que ofrece cuidado y apoyo a los pacientes con enfermedades terminales. En las últimas semanas la escuela salesiana ha recogido 400.000 rupias (unos 6.000 euros). Cada uno de los 640 miembros de la comunidad estudiantil tuvo un papel en la recogida de esta considerable cantidad. Todos los estudiantes se han movilizado en sus barrios, y equipados con cupones especiales y volantes, han pedido la ayuda de la población local, consiguiendo una respuesta de gran generosidad por parte de la gente de Thrissur. Además, en apoyo de la campaña de recaudación de fondos también se realizó un evento titulado "Ad Astra 2k15" (a las estrellas, en latín), dirigido a los estudiantes de diversas escuelas de Kerala, que tuvo una gran participación juvenil.
El producto de la campaña fue entregado a la PPCS en dos partes: la primera, de 300 mil rupias, el 13 de febrero durante la celebración del décimo aniversario de la institución; y la segunda, de 100.000 rupias, el 6 de marzo. En esta ocasión, en el campus de la escuela salesiana fue también simbólicamente plantado un árbol, Lakshmitharu, capaz de resistir a los tumores.
"Es la primera vez en la historia de nuestra Sociedad que recibimos la atención y la participación de manera genuina y sincera por parte de los estudiantes, del personal y de la administración de una institución educativa", dijo el Secretario de la PPCS.
Será oportuno tener en cuenta que el 5 de marzo, en el encuentro con los  participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, llamada a reflexionar sobre el tema "Asistencia al anciano y cuidados paliativos", el Papa había dicho: "Animo a los profesionales y estudiantes a especializarse en este tipo de asistencia que no tiene menos valor por el hecho de que ‘no salva la vida’. Los cuidados paliativos dan cuenta de algo igualmente importante: valorar a la persona (...) Es esta capacidad de servicio a la vida y a la dignidad de la persona enferma, incluso cuando es anciana, la que mide el verdadero progreso de la medicina y de la sociedad en su conjunto"».

martes, 7 de abril de 2015

Sans Serif.

Suvir Mirchandani, de origen indio y de 14 años, demostró en una competición de ciencias de su escuela secundaria, que el Gobierno estadounidense podía ahorrar 370 millones de dólares al año si dejaba de usar el tipo de letra Times New Roman y adoptaba la Garamond. Se trataba de cuidar el ambiente disminuyendo el consumo de papel y tinta (“… que es el doble de cara que el perfume francés”, dijo Suvir).
Estudió la frecuencia de los caracteres más repetidos a, e, o, t y r de los tipos Times New Roman, Garamond, Century Gothic y Comic Sans y comprobó que su distrito escolar podía ahorrar 21.000 dólares anualmente. Envió su cálculo a una publicación de investigadores jóvenes ampliándolo a los ámbitos federal y estatal con un ahorro anual de los 370 millones ya apuntados.
Los tipos sans serif (sin serifa, sin adorno, sin “gracias”, sin “cuento”…) usada en Inglaterra desde el siglo XIX, prescindía de adornos en sus extremos. Pero, además, presentaba un aire de sobriedad, claridad, seguridad y alegría que facilitaba tanto la escritura como su lectura. Y se ajustaba mejor a la impresión de carácter comercial.  
La letra sans serif (sin serifas, sin ribetes, sin gasto superfluo) puede ser, a su vez, de contraste, geométrica, grotesca, humanista, informal, híbrida, de terminación redonda, Bauhaus y ajustada.
Pero lo importante para nuestro objetivo son estas otras dos cosas. Que cuando un muchacho, una persona, tiene una mente creativa, inquieta, trabajadora, fértil descubre mundos nuevos que están escondidos para los que se alimentan de rutina, de indolencia, de dependencia y de vagancia.
Y que cuando el sentido de economía (que es “gobierno de la casa”, ¡de todo en la casa!) en la propia vida preside las intenciones, deseos, planteamientos, programas y ejecuciones desaparecen todas las formas de dispendio, despilfarro, derroche y ostentación que nos hacen más parecidos a los pavos reales o a los urogallos que a personas equilibradas. ¡Cuántas “serifas” habrán sisado lo esencial del patrimonio personal y familiar! ¡Cuántas falsas y cacareadas crisis de personas, familias, sociedades, empresas y organizaciones habrán nacido de las innumerables y a veces disparatadas serifas con las que han falseado y  pavoneado sus actos! ¿Y las veces que hemos dado unas perrillas al niño “para gastar”, educándole a que llene su vida de serifas?

jueves, 2 de abril de 2015

Será verdad?

Aseguran que sí. Que hay naciones que sobresalen por su progreso, riqueza, ejemplaridad, hidalguía, orden, disciplina, belleza, acogida… y muchas cosas más (bueno, esas “naciones” no son así; así son sus “nacionales”). Y lo atribuyen a que los niños cuando nacen, se juramentan para vivir siempre orientados en sus actos por la ética, en su conciencia por la integridad, en su conducta por el respeto a las leyes y a los derechos de los demás, en sus relaciones por la responsabilidad, en sus movimientos por el amor al trabajo, en el uso de los valores por el ahorro y la inversión, en sus metas por la superación y en el uso del reloj por la puntualidad.
Y si no se juramentan, lo maman y lo van copiando después de los que ya están siendo así. No es nada anormal. Es como si los niños quisiesen tener piernas, manos, pulmones, ojos, boca, aire, agua, calor, palabra… Diríamos: ¡Lógico! ¡No puede ser de otra manera!
Pero muchas veces debemos confesar que acusar de corrupción a muchos, de incapacidad a la mayor parte, de errores a los que mandan, de persecución a los que no juegan con nosotros… es un oficio que nos ocupa demasiado tiempo, demasiado juicio crítico, demasiada inquisición y demasiado espacio que seguramente no nos toca ocupar. Y nos distraemos de otro oficio, el nuestro: que es estimular a los que comparten la vida con nosotros (hijos, esposos, educandos, amigos, compañeros, compadres…) para que la vivan en todas sus dimensiones al cien por cien. Que no sean indolentes cuando es tiempo (y tiempo es cada día de la vida) para adquirir competencias; para fortalecer el sentido de justicia; para enriquecer ese sentido con el de la generosidad. Que no sean ruines para aceptar que el otro, sea quien sea (no solo el amiguete), ha acertado, tiene buena voluntad, desea hacerlo mejor. Que no sean blandos en tener o permitir gastos que no son solo pura complacencia, sino inoculación de despilfarro en el ritmo de la existencia.
Nos toca construir el mundo. No solo discutir a los que lo intentan hacer y se equivocan. Y tenemos para ello a disposición la espléndida escuela de la vida en la que tenemos que inyectar, suave pero decididamente, lo mejor de nuestro yo.