jueves, 22 de octubre de 2015

Fidelidad.

John Mordecal Gottman, profesor (hoy ya emérito) de psicología en Washigton, con su esposa la doctora Julie Schwartz y otros autores, ha regalado a los lectores de sus más de 190 artículos y 40 libros, un torrente de sabiduría sobre una de las mayores y más estimables riquezas del ser humano: la estabilidad fecunda del matrimonio.    
Para los que tienen hijos o educan a niños o jóvenes saben bien cuánto hay de ruina en su proceso de maduración afectiva y, en último análisis, vital, como consecuencia irreparable de las enfermedades del árbol del que proceden. Porque los hijos nacen del árbol que los ha engendrado, pero sigue ya en toda su vida (y de un modo más profundo en la niñez y la adolescencia) la existencia o la falta de ese alimento necesario y misterioso que sigue modelando sus vidas y su personalidad “en el aire”.    
Define Gottman como “los cuatro jinetes del apocalipsis” del matrimonio a cuatro enfermedades que pueden darse (¡cuántas veces inevitablemente juntas!) en los esposos: la crítica, el desprecio, la reacción defensiva y el muro del silencio. Y no son enfermedades de una u otro, sino, por desgracia y por reacción y contagio, muchas veces, de los dos. Hay estados de ánimo, tropiezos, pequeñas torpezas, aislamientos, actitudes, palabras desafortunadas o inoportunas, reticencias, reservas, alusiones, comentarios, gestos, omisiones, referencias, comparaciones, egoísmos, nostalgias, miradas, distancias… que hieren primero, duelen después, siembran inquietud y dejan una huella a veces indeleble que puede ir haciéndose más honda hasta comprometer su propio compromiso de amor.
A nada de esto son ajenos los hijos. De un modo consciente o inadvertido sienten que sus padres no son ya una pareja con una sola vida, sino dos convivientes. No han sido capaces o constantes en fundir sus “yo” en un único aliento de vida. Y esa división en lo que más quiere y admira hace que el joven se sienta llevado a amasar su proyecto personal con la amargura de la decepción y la quebradura de la desesperanza.

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